Lo temporal del hombre. Consideración subjetiva del tiempo. Tiempo psicológico. Consideración objetiva del tiempo. El hombre en el tiempo y para el tiempo. El hombre en el tiempo y para la eternidad. El hombre en el tiempo y para la felicidad suprema.
Realmente, sería un error funesto comportarse como si nada tuvieran que enseñarnos las lecciones de la historia y considerar que la Redención ha surtido ya todos sus efectos sin que haga falta empeñarse en la lucha de la que nos hablan el Nuevo Testamento y los maestros de biografía espiritual. Un malestar actual En levante error se puede caer hoy todavía. En efecto, son muchos los que se preguntan si no sería el caso de examinar de nuevo la doctrina católica acerca de este punto, comenzando por la Escritura. Por esto, también ellos las eliminan. Un simple lenguaje, por tanto, que nuestra edad debería descifrar con el fin de encontrar una manera diversa de grabar en los cristianos el deber de luchar contra todas las fuerzas del mal existentes en el mundo. Fachada a tales postulados, y con el fin de dar una respuesta a los mismos, hemos de detenernos, lacónicamente, ante todo, en el Nuevo Testamento, para poner de relieve su testimonio y autoridad. La lectura del declamación de la montaña basta para convencernos de su libertad de espíritu, a la vez que de su admiración por la tradición [4]. Por esto, cuando Él reveló el significado de su redención, tuvo evidentemente que adeudar en cuenta a los fariseos, los cuales, como Él mismo, creían en el mundo futuro, en el ánima, en los espíritus, en la resurrección; y hasta no pudo olvidar a los saduceos que no admitían tales creencias.
Y desde una perspectiva de género que dé empoderamiento a la mujer. Para despedir la época de estío fui al mismo sitio de todos los años, donde justamente empezaban las fiestas, por lo que salía todas las noches con mi grupo de amigas. Una de esas noches ocurrió poco excepcional de lo que apenas estela los detalles, pero la sensación erótica que me causó nunca la olvidaré. Íbamos caminando por la calle, saliendo de un bar para entrar en otro, y nos topamos con lo que podría llamarse de hippie. Se trataba de un chico joven, con sus rastas y cierto atractivo, que tocaba la flauta para ganarse unas monedas. Cuando me topé con su mirada se clavó directa en mi cintura. Pasados unos instantes, divagando entre el morbo y el miedo, me decidí a intentarlo. Aquel chico puso su dedo índice alrededor de mi ombligo con tal delicadeza que me sentí como si flotara. Comenzó a moverlo muy despacio, rodeando aquel pequeño agujerito, mientras sentía su respiración entrecortada, al tiempo que a mí se me aceleraba el pulso.