El negocio de la prostitución se ha disparado con la crisis económica. Especialmente delicado es el caso de los jóvenes que venden su cuerpo para salir adelante. Hay que tener una formación», dice. Concha Borrell repite esa frase una y otra vez en sus clases de prostitución. Sus alumnas son seis chicas que quieren ser prostitutas. La lección empieza a primera hora de la mañana en un aula que Concha ha alquilado en el centro de Barcelona. Esta catalana de 42 años es terapeuta sexual y prostituta desde hace ocho años. Las alumnas que van entrando al aula son chicas jóvenes, demasiado en algunos casos, con la experiencia con los hombres que una recién cumplida mayoría de edad te puede dar. También hay alguna mujer que sobrepasa los 40 y que la vida les ha puesto en el camino de la prostitución por una necesidad económica.
Las personas reales no somos perfectas. Eructamos, tenemos michelines, nos salen pelos en las orejas. Son imperfecciones cotidianas con las que lidiamos día a fecha. Forman parte de nuestra condición de seres humanos. No hace falta que llenes tu novela de cosas escatológicas, pero a tu personaje pueden sentarle mal unos pantalones o apretarle las gomas de los calcetines.
En primer lugar significa que la fe cristiana tiene que ver con la verdad. Lo que creemos como cristianos no son cuentos o fantasías, estrella acontecimientos verdaderos y realidades efectivamente existentes. La verdad en general para las personas es algo importante. Cuando hablamos en serio nos interesa la realidad, sea la verdad de lo que se informa, de lo que se opina, de lo que se hace, etc. Cuando las cosas o las personas nos interesan, o nos asalta la posibilidad del error o del engaño, entonces indagamos, buscamos la realidad, o nos confirmamos en ella. Hay por tanto, a este respecto, una doble necesidad de formación para el cristiano: una brota de la fe que quiere ser entendida y conocida como verdadera, y otra que surge de la propia constitución humana que somos, es decir, de que nuestra inteligencia sólo descansa en el gozo final de la verdad descubierta y alcanzada. Una manera muy propia de la fe es la formación de la conciencia moral cristiana. El juicio de la conducta del creyente en medio de las situaciones cotidianas ordinarias y extraordinarias. Él es el Maestro de oración, de la verdadera bendición cristiana, simple, sencilla, balbuceante y contemplativa, cargada de fuego y de amor que enciende la acción apostólica de los creyentes.