Portada La infidelidad amorosa es tan antigua como el género humano. Se ha traducido a todas las lenguas. Por eso me pareció que valía la pena ponerse a averiguar de dónde procede esa expresión y, para empezar, encuentro que los cuernos siempre han formado parte de proverbios y enseñanzas en la sabiduría popular. El cuerno llegó a ser tan importante en la vida diaria de nuestros antepasados que de él proviene el nombre Cornelio, porque se creía que le garantizaba prosperidad a quien lo llevaba. Recuerden que en aquellos tiempos la abundancia se representaba con un cuerno gigantesco que arrojaba riquezas. Los antiguos fenicios, que fueron los primeros en navegar por los mares del mundo, creían que quemando el cuerno de un venado o de una cabra ahuyentaban a las serpientes y todos los animales ponzoñosos. Hecho polvo, se le usaba para fortificar las encías debilitadas de los ancianos y para purificar las aguas de beber. Hasta la Luna tiene cuernos. También servían de orinales.
De la prehistoria a Brigitte Bardot En las tradiciones primitivas, entre los signos de energía y renovación cíclica, los cuernos ocupan un lugar destacado. A veces, se considera que no son sólo un signo de esa energía sino su misma encarnación. También pueden constituir factores estimulantes en el enjuiciamiento del devenir. En grutas destinadas a cultos prehistóricos en Dordoña Francia aparecen pinturas de mujeres desnudas que representan a la Diosa Madre gestando. Esas mujeres tienen cuernos de bisonte en las manos levantadas. La duración del embarazo en la hembra del búfalo y en la humana es la misma, lo que contribuye a explicar la conexión de ese animal cabrón con la Diosa. La importancia del bisonte se percibe en el acción de que su cabeza, rodeada de plantas y semillas, frecuentemente se encuentra pintada en el centro de la caverna. Con el advenimiento de la vida sedentaria, cuernos, estatuillas y vasos en forma de vaca, cabra o toro aparecen por todas partes en Europa y Oriente Cercano. En las pequeñas poblaciones agrícolas que se establecen alrededor del octavo milenio A.