El día de la tragedia, Miguel que había regresado al país después de dos años de permanencia en Argentina, buscó a su esposa para resolver los conflictos maritales quien, ante el abandono y sin recursos para sostener a sus dos hijas, promovió una demanda de divorcio en la que su esposo perdería los derechos sobre las menores 2. Esa tarde, la pareja se entrevistó en la habitación que Miguel ocupaba desde hacía una semana, la esposa le reclamó sobre su negligencia para con la familia mientras que él se justificaba en el fracaso de sus negocios y en las incontables penurias que vivió antes de regresar a México. Ante sus palabras, Miguel se llenó de ira y preso del dolor, sacó una pistola española pavonada calibre 32 largo -que compró en Argentina- y la descargó en el cuerpo de Pilar 3. Después de un largo proceso que involucró a diferentes actores e instancias, los jueces de la Tercera Corte Penal consideraron las circunstancias atenuantes y agravantes del caso para determinar la temibilidad del delincuente y graduar su sanción. Con base en el valor de dichas circunstancias, los jueces resolvieron que era justo imponerle el mínimo de la sentencia señalada en el código penal para el homicidio simple, es decir, ocho años de segregación en la Penitenciaría de la ciudad de México 6. Por otra parte, dicho periodo ofrece un contexto de gran riqueza en tanto permite observar al crimen pasional en el marco de rupturas y continuidades socioculturales, en especial sobre las relaciones de género, la violencia, el honor y la familia.
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