Mallorca, - Barcelona - Tel. Erigida sobre una colina que dominaba la aldea, tenía cegadas con tablas algunas ventanas, al tejado le faltaban tejas y la hiedra se extendía a sus anchas por la fachada. En Pequeño Hangleton todos coincidían en que la vieja mansión era siniestra. Medio siglo antes había ocurrido en ella algo extraño y horrible, algo de lo que todavía gustaban hablar los habitantes de la aldea cuando los temas de chismorreo se agotaban. La mujer había bajado corriendo y gritando por la colina hasta llegar a la aldea, despertando a todos los que había podido. Llamaron a la policía, y toda la aldea se convirtió en un hervidero de curiosidad, de espanto y de emoción mal disimulada. Nadie hizo el menor esfuerzo en fingir que le apenaba la muerte de los Ryddle, porque nadie los quería.
El astro rey, en su síncrono alucinación, acentuó su aliento -mensajero derramador de esperanza y paz-, amante de Tonatzin, la de colores revestida. Desde el portal de su sinfónico canto, arrojaron sus semillas… Y vislumbré a los hombres buenos, acentuar las trincheras conservadoras de bosques, lagos, montañas, mares, cascadas y ríos. Siento que algo de mí se desprende y veo como si fuera una 15 sombra luminosa o un fantasma de mí… Y es el instante en que repentinamente, de manera indescriptible, sigo una línea, y voy en viaje hacia el siglo XVII. Suma a los sonidos descritos —el clamor de las voces humanas y el de la fuerza del fuego consumiendo las palmas-, los aullidos de los animales, los graznidos y el revolotear de millares de aves, para que alcances a forjarte una idea de los ruidos que eran expresados por los humanos y la naturaleza en sí La acción es ganada por los mercaderes de humanos. Acariciarla ha despertado toda la sensualidad del hombre que la acaricia y que siente, complacido, como su miembro reacciona en segundos ante la escultural cautiva. Joyita le da las gracias y se pone en abecé, sabiendo que tiene que cumplir, boleta lo que pase, con su misión, de dar vida a su angelito. El traductor cumple con su acomodación. Joyita, se mantiene inmóvil, sólo jabalina una interjección… John ríe estruendosamente, cuando el traductor le dice, a su indicación, que lo maldijo.