Prometo entregar lo mejor de mí en esta relación. Prometo decirte siempre la verdad. Prometo consolarte cuando estés triste y cuidarte cuando enfermes. Prometo respetarte en tu espacio e independencia.
Por el presidente Thomas S. Suplico su fe y sus oraciones al contestar al privilegio de dirigirme a ustedes. A través de los siglos, los hombres y las mujeres han procurado conocimiento y entendimiento en cuanto a esta existencia mortal, y en cuanto al lugar que ocupan y el propósito que tienen en ella, así como también sobre el camino a la paz y a la felicidad. En esta era iluminada en que se ha restaurado la plenitud del Evangelio, no es necesario que ustedes ni yo viajemos por mares inexplorados o andemos por caminos desconocidos en busca de la verdad. Un Artífice Celestial amoroso ha trazado nuestro lapso y ha proporcionado una guía infalible: la obediencia. Aprendemos la obediencia a lo largo de nuestra vida. Empezando desde que somos muy pequeños, los que son responsables de nuestro cuidado establecen pautas y reglas para cerciorarse de que estemos a salvo. Sin embargo, muchos de nosotros aprendemos por experiencia lo sabio que es anatomía obedientes.