Aquí encontramos héroes como el cazador Hailibu, que ofrendó su vida por el pueblo, y Kandebayi, vencedor del rey divino. Todos estos cuentos son de una gran riqueza ideológica, con hermosas escenas y de una gran fuerza artística. Se trata de una antología que nos hace penetrar en un mundo maravilloso. Esta edición contiene hermosas ilustraciones. Su madre había muerto cuando él era muy pequeño y desde entonces vivió con una cruel madrastra. Li Bao fue creciendo día a día y la madrastra comenzó a preocuparse por los bienes de la familia. Su deseo era matar a Li Bao para el hijo que ella misma había concebido disfrutara solo de todo lo que poseían. Un día, cual un gato que va a curar a un ratón, la madrastra dijo, fingiendo compasión: -Li Bao, a tu edad ya deberías conseguirte una mujer.
Le gustan las pulseras, dice Wainraich. No lo logró y, al menos actualidad que ya pasó tiempo desde el descubrimiento de que ese terreno -la platea del estadio León Kolbowski empero también el fanatismo- no sería un tiempo compartido, lo cuenta sin agonía. De repente te escriben de la India para decirte que no se imaginaban que Buenos Aires era así y que la descubrieron por la serie. O alguien de Australia para decirte que no se imaginaban a una persona con estos problemas en Argentina. O varios desde Madrid porque sienten en la serie algo familiar.
Entra a un café un hombre llevando a un mono con una aguante. El animal se toma el jugo, tira el vaso al suelo y comienza a correr por todo el bar, lanzando gritos y haciendo destrozos. Finalmente, llega a la mesa de billar, se para, ve la bocha blanca que esta sobre el borrador de la mesa; la agarra y se la come. Los voy a echar a patadas a usted y a ese bicho de mierda. El hombre, avergonzado, le dice al dueño: - No se preocupe amigo, yo le pago por todos los daños. Dicho esto, saca un fajo de billetes y se va.